Lucas tiene 18 años...
Es 8 de julio, justo el día de su cumpleaños número 18 y, como que automáticamente le cayó el peso de lo que implica esa edad en materia de responsabilidad. Vamos en el carro con su Papa para cenar y nos dice: “Yo me he dado cuenta que con 18 hay que tener mucho cuidado, porque por cualquier metida de pata, puedo ir preso.”
Como siempre me subo al carro y ya no encuentro las llaves, pero en estos días se ha dado en varias ocasiones y me dice: “Te han entrado duro esos 50.”
Es lunes en la mañana, y le envío un audio diciéndole que debe ir a cambiar la cédula y que para ello puede ir a una plaza en la que está un centro de la Junta Central Electoral. Me escribe de regreso un mensaje que dice: “Yo toi grande pero todavía chiquito pa hace eso.”
Seguimos con la cédula. Vuelvo y a eso de las 2:30pm le mando otro audio preguntando si ya fue a lo de la célula, pues la necesitamos para hacer otro trámite de algo que quiere. Él me envía de regreso un audio que dice: “Pero porque tú lo dices con esas voz tan amenazante, tan tan jodona, tan macabra.” Jajajaja
Como parte de su mayoría de edad, he ajustado su mesada y ha estado muy contento. No ha pasado bien la quincena y me manda un audio que dice: “Oye, ehh, tú me puedes prestar mil peso, porque yo, yo…entre el…oye la vida ta’cara.”
Para uno de los fines de semanas del mes de julio estuve haciendo planes para hacernos una sesión de fotos por mis 50, y sus 18. Le comento que estoy consultando con el estudio si tienen espacio para el sábado, sin saber que él ya tenía planes. Cantando con un bailecito me dice: “Ya yo tengo 18.”
Llegamos al supermercado para hacer las compras y, como siempre, le pido que vaya por el carrito y me dice: “Yo ya tengo 18, eso no me emociona.”
Siempre dice que yo, antes de comenzar a decir las cosas, ya las he olvidado. Llegó a la casa y me voy su habitación para comentarle que le he traigo algo de comer. De ahí me voy a la cocina desde donde comienzo decirle algo en voz alta, pero luego hago silencio. Él, desde su habitación me responde diciendo: “Espérate, dímelo cuando salga, para que lo pienses bien.”
Le comento que no puede hacer planes con sus amigos sin que la madre o el padre estén de acuerdo. Él que al parecer lo está tomando como que le estoy dando una perorata al terminar me dice: “Ok, ¿moraleja?”
Ha comenzado a realizar una pasantía por unos días, y mientras estamos planificando lo que hará para el primer día me dice: “Mami, tú eres mi inspiración.”
Es el primer día de la pasantía y le ha tocado trabajar de 5:00am a 10:00pm. Cuando va saliendo me llama y me dice: “Mami, espérame despierta que quiero contarte las experiencias el día.”
Cuando llega y nos sentamos en la mesa para que cene me dice: “Mami, a la verdad que yo te admiro. Eso de trabajar no es fácil.”
